John Michael Bailey, psicólogo estadounidense, genetista del comportamiento y profesor de la Universidad de Northwestern, publicó en 2005 un estudio que generó gran controversia. Reclutó a 38 hombres que se definían como homosexuales, 30 que lo hacían como heterosexuales y 33 que declaraban ser bisexuales. Cada participante fue investigado por separado en el laboratorio, donde se les colocó un pletismógrafo –dispositivo capaz de medir cambios sutiles en el tamaño del pene- y les pasó varios videos en los que aparecían imágenes eróticas sólo de hombres o sólo de mujeres. Según sus resultados, los homosexuales mostraron un patrón claro de excitación con las imágenes masculinas; los heterosexuales con las femeninas, y en el grupo de los bisexuales, el 75% revelaron un patrón idéntico al grupo de los homosexuales y el 25% uno coincidente con el de los hétero. ¿Cuál fue la conclusión de Bailey? Que no había un patrón característico y diferente de los bisexuales, ya que siempre existía la preferencia por un género determinado y que, por lo tanto, a pesar de que muchos hombres se definían de este modo, en realidad la bisexualidad estricta era algo muy poco habitual. Citaba también otros estudios según los cuales era frecuente una transición desde la bisexualidad, en los hombres jóvenes, hacia la homosexualidad.

El trabajo de Bailey generó muchas críticas en la comunidad “bi” por sus afirmaciones tan categóricas y provocadoras en base a una muestra tan pequeña, que además no contemplaba el aspecto emocional de la atracción. Ya que algunas de estas personas se sienten más atraídas emocionalmente por un sexo y físicamente por otro, lo cual no quedaba reflejado en el estudio.

Años después y como reacción a las críticas, Bailey decidió repetir el estudio pero esta vez siguiendo criterios de selección más estrictos: eligió sólo a bisexuales que, aparte de definirse como tales, hubieran tenido como mínimo dos encuentros sexuales diferentes con hombres y mujeres, y relaciones románticas con ambos géneros de una duración mayor a tres meses. En lo metodológico, añadió videos eróticos de hombres teniendo sexo con hombres y de hombres haciéndolo con mujeres. Publicados en 2011, los resultados indicaron ahora que en este subgrupo los patrones de excitación estaban justo en medio de los homosexuales y los heterosexuales, y que claramente podían ser identificados como una orientación sexual diferente.

Concluyó entonces que, si bien en menor grado de lo que una encuesta sobre orientación sexual reflejaría, la bisexualidad masculina sí existe.